sábado, 30 de enero de 2016
Un trineo que se ha convertido en mesa.
Aquí os muestro la incógnita, formulada en la última entrada: un trineo. Me imagino que lo habréis adivinado enseguida, pero ¿habriáis pensado en esta opción?
Yo sí que pensé en ella, una vez que me topé, por casualidad, con él en un anticuario. Era alargado y no ocupaba demasiado espacio, así que enseguida pensé en la posibilidad de convertirlo en mesa auxiliar. Lo compré, me puse a la tarea y lo lijé para quitarle la capa de suciedad que tenía. Como resultaba no muy alto, decidí subirlo, encargando dos rectángulos de madera maciza de haya. Los uní al trineo con unos tornillos, una vez horadado el hierro y la madera. Por último encargué un cristal grueso, de medianas dimensiones, que permite disfrutar de su visión, sin renunciar a la funcionalidad de la mesa. ¿Os gusta?
Yo qué os voy a decir¡ Cada vez que lo miro, me siento estupendamente. No sólo por tenerlo, sino por todas las nuevas ideas que me quedan por materializar. Eso es lo mejor.
BESOS DE SÁBADO...
(Os habéis fijado en mi ejecutivo de azúcar y en mi reno montado en un trineo...)
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