domingo, 26 de abril de 2015

Las perdices de mi infancia y "Las troyanas" de Eurípides.



"...Y vivieron felices y comieron perdices"
 Estos eran los finales de los cuentos de mi infancia. La verdad es que, en aquellos días dichosos, los aceptaba sin más, aunque me tenían un poco escamada, por no decir que me sonaban a trola, y de las grandes. No podía ser que se pasaran el resto de sus vidas comiendo sin parar perdices y más perdices. Dicho esto, planteemos la cuestión desde otra perspectiva: ¿podría existir más vida detrás de estos "cortes"?  ¿Seguirían los protagonistas viviendo después del climax de cada obra? Se prolongarían las situaciones...? Y los paisajes...¿Seguirían siendo los mismos?
Pues resulta que ya Eurípides se lo planteó. Y es que era griego, así que no me extraña.
Y por aquello que cada acto tiene sus consecuencias, debió de imaginarse "Las troyanas". Una obra que ahonda en esta cuestión: ¿Qué fue lo que pasó después de que Troya fuera destruída?  ¿Qué quedó de ella? Y, como siempre, la respuesta la encontramos en las mujeres, Y, en este caso, en las mujeres troyanas. Unas mujeres fuertes, preparadas para aceptar una derrota que ellas no originaron, pero que tendrán que asumir. Ser vendidas como esclavas. Un sacrificio para que el orden de las ideas no cambiara. Para que los paradigmas siguieran inmutables. Como los de ahora. ¿Decidme si no qué es lo que sucede en las guerras, en los conflictos familiares, o en la violencia de género?
Un tema flagrante que tuve la oportunidad de revivir al contemplar "Las troyanas" en el teatro romano de Mérida. Un espacio único en el que tuve la certeza de que, a pesar de los siglos transcurridos, todo sigue igual. 
Como el valor de las mujeres para poder afrontar todo lo que de malo nos depare la vida.
Pues eso: va por todas nosotras.
Y también por mis alumnas de 2º de bachillerato. Ánimo, que ya queda poco.

domingo, 19 de abril de 2015

Un cuadro que me refleja.



Este pajecillo de manos acartonadas y mirada arrobadora fue uno de mis primeros cuadros. No hay técnica. Yo diría que su falta es lo que le confiere sentido. Tenía 16 o 17 años, no lo recuerdo bien, cuando quise apropiarme de la gracia de este cuadro. No lo pensé y me lancé de cabeza a la tarea. Una ilusa en toda regla, claro está. Embobada por su luz, se metió de tal manera en mi que no me cansaba de mirarlo. Aquella pintura, que ocupaba toda una página de un fascículo de Salvat, me salvaba de aburrimientos. También de la angustia y la añoranza. Las llevaba como un hábito permanente en aquellas tardes inacabables de la residencia de la calle General Ezponda. Nuestros padres decidieron que Cáceres, después de las monjas de Trujillo, era lo que tocaba. Fue una etapa difícil. Descolorida y decolorada. Sin embargo, estos fascículos fueron un asidero al que me agarré con todas mis fuerzas. Un revulsivo para mi autoestima. En aquellos días lejanos estaba a la deriva y no lograba encontrarla. Pero sí que encontré el modo de ir haciéndome con ella. De vez en cuando, si había logrado reunir el dinero, me acercaba al kiosko y compraba el fascículo. Tocarlo y olerlo me resarcía de soledades y lágrimas. Pasar sus páginas aminoraba la rabia y la pena.Y fantasear con la idea de pintarlo, me liberaba de todas ellas. Yo creo que ese fue el impulso.
Cada vez que lo miro, me miro. Porque el cuadro soy yo. Y me habla de la habitación de los baúles, en la que yo solita, sin ayuda, comencé a sentir esa pasión. A olerla y a saborearla. Desde entonces está entre los vertices que llenan y explican mi vida. 
¿A que lo de las manos acartonadas es lo de menos?


sábado, 11 de abril de 2015

Una librería muy singular.



¿Os gusta la nueva librería que presento hoy?
Como siempre, con poco presupuesto y un poco de imaginación.
Os cuento. En el salón de mi nueva casa, contábamos con un hueco, en uno de los laterales, que nos ha venido muy bien para situarla allí. Antes era una zona de paso, con una puerta innecesaria, así que lo cerramos y, como el espacio nos daba un buen márgen para los libros, lo vimos claro.
Para resaltar su ubicación, optamos por entelar el fondo con una tela de hilo fuerte, en color gris degradado, muy similar al del sofá y del sillón de lectura. Rematamos todo el perímetro con un agremán doble del mismo color, pero más oscuro. Para las baldas elegimos una madera de roble que, lijamos y a la que aplicamos una pintura aguada blanca. Lo demás fue sencillo: colocarlas y, después, poner otras baldas verticales para separar visualmente las zonas. Con ello hemos conseguido tener una librería muy personal, con módulos movibles, con los que se pueden crear espacios casi pictóricos: libros, flores, detalles o recuerdos son los elementos que nos permitirán llevarlo a cabo. Todo depende de la imaginación y sensibilidad que se tenga.

       ¡¡FELIz FIN DE SEMANA Y BESOS¡¡

domingo, 5 de abril de 2015

Navidad en abril.



Así es. Navidad en abril. Se lo debía a mi hija, y aquí está. Una "Navidad" diferente, como su perspectiva. Las fotos hablan de ello. No hemos encendido la chimenea, ni, al mirar por la ventana, hemos atisbado la niebla. O las gotas de rocio en las hojas del jardín. Por el contrario, un sol rotundo y un aire diferente nos ha acompañado en esta celebración. Olores, también. De lilas, de rosas o de azucenas. Olores de primavera. Sensaciones, en definitiva, que se han colado entre langostinos, vieiras al estilo gallego o un buen solomillo de ternera. Si, sí, un menú navideño en toda regla, que habíamos pospuesto para un día como hoy, Domingo de Resurección Un trozo de tiempo que hemos rescatado del frío para fijarlo de nuevo en el calendario. Y en abril, cuando todo vuelve a la vida.
 Y que mejor momento que éste para disfrutar de los afectos verdaderos.
 Aquellos por los que te renuevas cada día. 
Aquellos por los que vuelves a reinventarte, en un sentido golpe de tuerca.
Aquellos por los que darías la vida.

   ¡¡ Va por vosotros y por todos los que nos quedan por pasar¡¡