domingo, 4 de octubre de 2015
Unas delicias que sabían a gloria.
Que recuerde, de las cuatrocientas y pico de entradas que he hecho, sólo una de ellas la he dedicado a unas galletitas navideñas. Así que, aunque sólo sea por reivindicar los productos de nuestra tierra, tengo la osadía de publicar otra entrada con esta receta de cocina. Y lo digo porque, reconozco, que esto no es lo mío. Toda la imaginación que me acompaña en otras actividades, aquí, en la de deleitar con platos y recetas, se me resiste. Sin embargo, he de confesaros que esta me la inventé y que no debió de quedar nada mal,porque no sobró ni una delicia.
Me puse a divagar sobre algo, aunque no sabía bien el qué. Abría la nevera, consultaba libros, iba de un sitio para otro hasta que, por fin, me fijé en una patatera y en un tarro de miel del "Tío Picho", que había traído de un viaje a Las Hurdes. No sé cómo, pero me vino a la mente el juntar ambos sabores: salado y dulce. Después se me ocurrió lo de las pequeñas empanadillas que tuve la paciencia de hacer una por una, una vez elaborada la masa en la termomix. La estiré todo lo que pude y fui, con un vaso, llenando la mesa de círculos medianos a los que ponía un poquito de patatera y una pizca de miel. Ya sabéis, a continuación, los doblaba por la mitad y, con un tenedor, iba dejando sus endiduras por todo su perimétro, como si fuera una puntillita. Y a freir. El resultado es el que véis. Una pena que no podáis saborearlas. Si os diré que a mi me parecieron el no va más: una pasta crujiente, casi de hojaldre, un sabor equilibrado y una ilusión convertida en realidad. Aunque no fue más allá de eso. Porque no gané el concurso.
Quizás lo de menos.
Lo de más: la ocasión de endulzar paladares, ese fue mi premio.
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Madre mia . que rico tiene que estar todo esto es una pena que no podamos comer todo lo que nos gusta, porque luego nos arrepentiremos.
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