A veces nos olvidamos de la versatilidad que pueden tener las cosas cotidianas. Se fabrican para un fin determinado y, una vez cumplido, no sabemos qué hacer con ellas. Simplemente las arrojamos a la basura. Desde que era pequeña siempre procuré evitarlo, aunque, por supuesto, muchas habré tirado. Es probable que esta tendencia la haya heredado de mi abuela, con la que pasé mucho tiempo de mi vida. Una mujer que sabía trascender el lado superficial de las cosas, ahondar en ellas, y darles la vuelta. Así, era capaz de convertir una simple tela abandonada en el más precioso de los cojines. O sacar una bata de una tela que, con toda justicia, podria haber acabado en la bodega de su casa. En estas cuestiones era una maestra. Y, yo, siguiendo su halo, me he esforzado en ello. Sobre todo en el tema de los muebles. La palabra "reciclar", en este caso, es la más adecuada. A muchos de ellos los he salvado de la quema y les he dado una vida nueva. Pero eso es tema de otras entradas.
Ahora os pregunto: ¿Quién de vosotros no se ha encontrado con un tapón de corcho en la mano, sin saber qué hacer con él, aparte de utilizarlo para volver a cerrar la botella?
Seguro que todos. Pues mirad las imágenes: dos ideas para que desistáis de tirarlos a la basura.Os presento un cuadro, con permiso de su creador, mi amigo Juan Carlos Calzado Romagosa. Le encanta degustar buenos vinos. Así que tenía almacenados muchos tapones Y, un buen día de inspiración, quiso que formaran parte de un cuadro y los convirtió en materia de arte. ¿Qué os parece? A mí, genial.
El otro es un "apaño socorrido" que tiene un puntito chic. Como ya sabéis, reciclo y restauro muebles antiguos. Por eso, a veces, me encuentro con cuestiones técnicas que solo se pueden solventar con la imaginación. Como me ocurrió con este cajón que os muestro. No tenía tiradores adecuados, así que estos tapones de champán me vinieron al pelo. Originales cien por cien. ¿Os gustan?
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