Lo que más me gusta de los libros electrónicos son las bolsas que confecciono para guardarlos, como ésta. Vivimos en un mundo en el que las nuevas tecnologías se están adueñando de todo. De forma silenciosa, pero firme, nos van robando sensaciones que, en este caso, no estoy dispuesta a perder. A pesar de sus cantos de sirena, no he sucumbido al maleficio. El mío lo tengo relegado y olvidado en algún rincón de mi casa, después de comprobar que mi sensibilidad no casaba con el invento. Algunos me dirán que es el no vas de la comodidad y el ahorro. Seguro que sí. Pero señores, se me ocurre argumentar que es prosáico y vulgar. Sin alma. Cuando leo, también mis sentidos participan del festín y no quiero privarles de esas sensaciones tan auténticas. Tocar la suavidad de sus páginas, oler a papel nuevo o, simplemente escuchar el sonido silbante que se produce al pasarlas, forman parte de una ceremonia iniciática tan íntima como mágica. Y, de su mano, me dejo llevar por esos mundos que, desde pequeña, no me canso de descubrir. Dificilmente podría abrazar otras expectativas. Aún así, no pierdo la ocasión de seguir creando. Esta bolsa es la oportunidad que le doy al libro electrónico. Quizás por ahí podríamos tener algo...
Mientras, cargo con el mío a todos los sitios que voy.
¡¡Es tan poco el sacrificio y tantas las satisfacciones que nos proporciona¡¡
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