Ya regresa...
Jacinta entorna levemente los párpados. Una breve bruma-un efecto óptico-envuelve la habitación. El verde de la pared se le antoja gris.Hay, además, sombras que no puede identificar.Un peso desagradable sobre los párpados la obliga a regresar a las tinieblas."La anestesia", piensa, al tiempo que se nota, aún ingrávida entre las sábanas.Ahora mueve la cabeza, hace un esfuerzo sobrehumano para entornarlos de nuevo y se gira hacia la izquierda. Por el rabillo del ojo detecta la figura inconfundible de Ana, su hija.Está sentada en el sofá, con el móvil entre las manos. Una luz que parpadea envuelve su gesto. Parece toda ella transmutada al interior del artilugio. No obstante, sus hombros hablan del peso de la espera.
"Aún no", piensa, envuelta en una resaca de sedantes. Un calor de hospital y de herida reciente
envuelve todo su cuerpo. Y también su mente debilitada. Por inercia, mueve la mano derecha y la posa sobre la zona operada. A pesar de los vendajes, detecta un rumor, una corriente sorda de vida que fluye por sus entrañas seccionadas. Le da miedo cambiar de posición. Así que se vuelve hacia ella misma y se topa con los recuerdos. Esperan, como un ejército aleccionado, para devolverla a su realidad.Una realidad escrita con nombres queridos. Sus labios, quebrados e insomnes, quieren nombrarlos, pero no puede. Un ruido le hace regresar a la habitación. Mira al frente. Las sombras del fondo ya no lo son tanto.Unas flores blancas desdibujadas emergen de la pared. Algo se le revuelve en el estómago. Sentimientos ácidos que acaba de rescatar. La llevan a la noche anterior, en la antesala de la desolación. Cables, soledad, lágrimas, un tiempo al borde del precipicio...Y el regreso. "Estoy salvada" se susurra, llena de temores. Estos la rondan sin piedad, martilleándo su cabeza. Vuelve a intentar cambiar de postura y se encuentra con unas manos suaves, sedosas. Le acarician la frente y, despues, limpian su sudor. Jacinta disimula, estirando el momento, borracha de felicidad. No quiere que se rompa el leve equilibrio, después de tanta incertidumbre, apenas digerida. "Mamá, mamá..." oye ahora, al borde del llanto. Ana, que ha intuído su regreso, le insufla un aliento cálido con sus palabras. La besa y le coge la mano. Después sonríe...
Como cómplices mudas, las flores.
Una rúbrica pictórica para este cuento con final feliz.
Me he permitido esta licencia poética para homenajear a mi hermana. Ponerme en su piel e intentar, procesar todo lo que sintió en momentos tan cruciales.
Y como me encantan las flores, sucumbí a la belleza de esas orquideas que fueron testigos callados de instantes de felicidad, cuando uno comprueba que su mundo sigue ahí. Afortunadamente, encajado. Como las orquideas en el cuadro.
¡¡QUE LO DISFRUTES JACINTA¡¡
Purichy,emoción a flor de piel,con este capitulo en la vida de la gran tinti-pinti.
ResponderEliminarAunque quisiera expresarlo de otra forma, no puedo. Las emociones son las que mandan, así que yo obedezco. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y porque me has inmortalizado las flores q me han acompañado junto con todos vosotros en esta dura etapa de mi vida.
ResponderEliminarLas que tú tienes y que sea por mucho tiempo.
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