miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mis reyes de toda la vida.

Ya ha pasado la fiebre de papá Noel.
 Ahora le toca a los Reyes Magos, una de nuestras más rancias tradiciones y que, por supuesto, no debemos perder. Con ellos parece que recuperemos nuestra navidad más auténtica, esa que vivíamos de pequeños, con las miradas puestas en  los pajes y en los camellos de Gaspar, Melchor y Baltasar. Cúantos ríos de plata y caminitos por los que deambulaban sus Majestades habrá guardado mi memoria. Tantos que ya no alcanzo a delimitar. El caso es que siempre estarán conmigo esos momentos especiales. Como los que vivía antes de que el sueño me atrapara, sumergida entre mantas pesonas esperando los regalos que, a veces, quedaban extraviados sin llegar a su destino. Un olvido que ellos, con su magia, sabían suplir por otros no tan esperados. Pero daba igual. El milagro de la navidad siempre se hacía presente. Llegaba con la cabalgata y se extendía, junto con los cohetes, hasta bien entrada la madrugada. Ya han pasado muchos años, pero siempre, por estas fechas, acuden los mismos recuerdos, las mismas emociones. Ya sé que los Reyes Magos, "mis reyes", tienen mucho trabajo, enredados en mil y una ilusiones. Yo, por si acaso, no pierdo la ocasión de esperarlos. Así que he dejado, una vez más, mi carta en las alforjas de siempre. Y unas nueces de bienvenida.
                               ¡¡¡ Quién sabe, a lo mejor me toca un poco de la ilusión que reparten¡¡¡
                             
                                Para todos aquellos que aún guardan en su interior el niño que fuimos.

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