Tenemos para hoy unas fotos especiales. Son de un espejo antiguo que adquirí hace ya un tiempo. He de confesar que la restauración fue de un amigo, también amante de los objetos de almoneda. Yo sólo me limité a dar los toques finales, con cera de anticuario y a limpiar las filigranas de bronce de la parte delantera del marco. Como el cristal estaba casi corroído, también se cambió por otro, no tan antiguo. No sé si tendrá mucho valor económico, pero para mí, sobre todo, lo tiene sentimental. Aunque no se trata del mismo, me recuerda a uno que tenía mi abuela en una de las habitaciones que daba a un patio interior. Cuando pasaba delante de él, se reflejaba parte del limonero y de la palmera. Me gustaba simular que yo me metía dentro y correteaba por ese jardín que, visto desde esa perspectiva parecía otro. Por eso he sacado ahora al mío. Y, al contemplarlo de nuevo, constato que todas esas sensaciones siguen ahí. Como la niña chica que aún soy.
¡¡Buen martes...¡¡¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario