jueves, 27 de abril de 2023

Reseña sobre mi novela "Cuadernos de vida", de María Blanca Cercas Mena

Aquí tenéis lo que María Blanca ha reflexionado sobre mi novela. Lo comparto con vosotros y vosotras porque creo que os gustará. Para mí ha sido una satisfacción inmensa que mi prima me haya leído y, además, que me haya dedicado este artículo. Se lo agradeceré siempre.


He leído el libro Cuadernos de vida de Purificación Bulnes con ilusión, y con mucha atención. Tengo que decir que en sus 485 páginas he encontrado entretenimiento, emoción, un inteligente manejo de recursos literarios y en ningún momento aburrimiento o desinterés. Y aunque tengo que decir que no soy ninguna escritora, menos una crítica literaria, solo soy una modesta lectora que lleno mi vida de la distracción y la curiosidad que me proporcionan los libros, escribo estas líneas con la pretensión y el convencimiento de que contribuyo a generar el interés que merece este libro y su autora.

Desde mi punto de vista, y diría que no soy única, la literatura no es un ejercicio de preciosismo para minorías, sino que una buena literatura es aquella que es capaz de llegar a todo el mundo. Entiendo que una excesiva sofisticación es a menudo un esnobismo pretencioso y no quiere decir que la ausencia de ella sea sinónimo de banalidad o trivialidad en modo alguno. La archiconocida lección que Juan de Mairena nos proporciona a través de una de las clases a sus alumnos puede ser una muestra de ello:   Juan de Mairena le dice a un alumno: Ponga usted en lenguaje poético esta frase: los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. El alumno responde: lo que pasa en la calle.

Y es que Puri escribe igual que habla, sin artificio, con la naturalidad y la claridad que la caracteriza, pero a la vez es capaz de urdir un relato para atrapar al lector: en ocasiones no revela explícitamente los hechos sino que los deja en manos del lector para que éste los interprete; ritmo y descripción hacen que resulte muy fácil acaparar la atención de éste y  es que además, Puri tiene la extraordinaria virtud de hacerte partícipe de la historia como si fueras un personaje más de ésta.

Cuadernos de vida es un recorrido por la Extremadura de los años 60 y 70 que Puri, con los mejores recursos literarios, utiliza con extraordinaria inteligencia y maestría.

La primera parte, además de un relato -conocer a Puri y verla crecer en un pueblo de la Extremadura de esos años- hace otra cosa: aumenta el interés de lo que conocemos en una época de nuestra historia reciente, a través de los ojos de una adolescente. Una adolescente consciente y sensible de lo que sucede a su alrededor, y sin pormenorizar acontecimientos, nos explica las transformaciones sociales, sobre todo las que se dieron en el campo y afectaron a muchas de las familias que acabaran emigrando a la ciudad o a destinos más lejanos. O en el peor de los casos, cómo familias enteras durante las vacaciones compensaron su situación económica yendo a la recogida del algodón, la vendimia o al trabajo hotelero de la Costa Brava.

Puri dice cosas que no escribe, pero implícitamente las está explicando. Cómo estos cambios afectaron a la vejez (a través de la estrecha relación con su abuela, con la que pasa largas temporadas), a la soledad de ésta, a la difícil combinación para las familias: llevarse a los abuelos y alejarlos de su entorno y a la vez poder mejorar la educación de los hijos. Trasladarlos del pueblo a la ciudad no dejaba de convertirse en un difícil ejercicio de adaptación, porque, y a pesar del confort de la gran ciudad la gente mayor solo quería conservar su modo de vida, su casa, su pueblo, su mundo, donde a pesar del frío y el brasero de picón, muchos abuelos y la abuela de Puri en particular, solo necesitaban reconocerse, ella a través del ventanal que daba a la plaza de Ibahernando, un mirador al mundo, a un mundo seguro, conocido que siempre pensó que era el suyo.

Habla sin decirlo de la nostalgia y el desarraigo de los Internados, lejos de casa. Primero en Trujillo y después en Cáceres, asesoradas por Don Florián, quien ejercía de auténtica autoridad en Ibahernando como párroco. De la añoranza y de los momentos de felicidad al volver al pueblo, a Ibahernando, que al final se reducían al campo con sus hermanos y la fiambrera con la tortilla de patatas casera.

Al final Cáceres, a la Universidad y la carrera de Filosofía y Letras y al final también el traslado de la familia entera. Así poco a poco año tras año hasta quizás los años 2000, en que muchos emigrantes de esos años una vez jubilados vuelven a casa, Ibahernando se fue vaciando.

Y así también leyendo la nueva vida universitaria en Cáceres y sin casi darte cuenta o mejor dicho en un extraordinario ejercicio intelectual, te encuentras con una aventura detectivesca que vive Puri y un compañero universitario: Roberto. Pero no parece que haya ninguna fisura entre el primer episodio real y este otro ficticio. Más bien te das cuenta tarde de que has entrado, como sin querer en una novela de ficción protagonizada por ella misma y su mismo entorno, como si en realidad esta aventura fuera una extensión de la primera, una aventura real de Puri, una perfecta combinación entre realidad y ficción.

No cuesta ver que la Puri, que se está construyendo en la primera parte del libro, ahora en la Facultad de Filosofía de Cáceres, es la misma. La misma que antes se representaba tan bien a sí misma lo hace ahora inventada y se parece muchísimo a una historia real: el encuentro de un misterioso dinero conducirá a Puri y a Roberto a buscar solución al entuerto, en un entorno de drogas ,de un asesinato y secuestro fugaz de la misma Puri; de las pistas que conducen a Riomalo, un pueblo de las Hurdes, pero sobre todo con un objetivo de fondo: los dos tienen la pretensión de escribir una novela que sin saberlo ya la están escribiendo.

No sé si existen Floro, Hipólito o Antoñino, y por supuesto el hippie del sombrero de caracolas o la misma Luisi, pero ahora me resulta muy fácil imaginármelos. Sobre todo, a Floro. Cuando leo novelas suelo tener mis personajes preferidos y en este caso es sin duda Floro: un personaje marginal, ambiguo y perdedor, que por supuesto no voy a desvelar aquí su final.

Tengo más motivos para hablar del libro de Puri, y el más entrañable es el personal. Puri, Purichi o Purita es mi prima y es mi amiga y no me ha sorprendido en absoluto lo que desde mi punto de vista demuestra Cuadernos de vida, su talento. Compartí con ella mis primeros años de vida, hasta los 9, que emigré con mi familia a Gerona. Pero, sobre todo fue amiga y cómplice de mi adolescencia.

Agosto era el acontecimiento más esperado por mi familia: viajábamos 7 en un 124 amarillo familiar de Gerona a Ibahernando 1000km. Sin aire acondicionado, sin cinturones de seguridad y por carreteras de segunda llenas de camiones. Ibahernando era la meta donde pasábamos el mes entero y donde mis hermanos y yo vivimos las primeras aventuras.

Fui testigo de cómo se iba gestando la personalidad de Purichi, por eso he leído con tanta familiaridad y ternura este libro, porqué me veo en él y la recuerdo a ella. Recuerdo el disfraz de jurramacho con que Puri se vestía que era una Pamela que su Madre tenía puesta en una fotografía colgada de la pared del comedor, o el corral y a su Padre, mi tío Miguel con las perdices.

Compartí con Purichi y Jacinta Mari, su hermana, las mejores fiestas de mi adolescencia las de San Lorenzo, patrón de Ibahernando. Muchos San Lorenzos, muchos bailes, muchos guateques, muchos paseos, giras, viajes furtivos a las fiestas de los pueblos de alrededor y mil confidencias.  En los bailes lo hacíamos a ritmo de pasodobles y en los Guateques, medio a oscuras, bailábamos agarrado Letit be y suelto con los creedence clearwater revival.

Los paseos nocturnos por la carretera de Ibahernando mientras Adolfo nos adelantaba acelerando con su coche imaginario o mientras éramos testigos de cómo tío Eleuterio y su camioneta desafiaba con grandes dificultades las curvas de Las Costezuelas.

Pero y sobre todo su pasión por la lectura. Durante años mi abuelo Paco se encargó de la Biblioteca de Ibahernando y allí buscábamos los libros que leíamos durante las calurosísimas siestas del mes de agosto,mientras comíamos las pipas de melón que mi abuelo guardaba en un armario secreto del portalón para luego plantar melones. Él sabía de nuestra afición por las pipas con la lectura, por eso construyó un escondite,de donde, así y todo, se las birlábamos mientras él dormía la siesta. Leíamos a Agatha Christie o a Frank Yerby hasta que bajaba el sol.

Con Puri, Jacinta Mari y nuestra pandilla de muchachas y muchachos de los veranos de Viva (diminutivo de Ibahernando, el original es Viva Fernando), vivimos el episodio que dio por terminada una época: la muerte de Juan Carlos. Eso marcó un punto y aparte en nuestras salidas, porque entonces ninguno pudo sospechar con nuestros 17 y 18 años que la muerte podía estar acechándonos tan de cerca. Al comprobar que sí que era de verdad, creo que nadie volvió a ser el mismo. Puri trata este episodio, me consta la dureza que supuso para ella y también para todos, con elegancia y con un absoluto pudor, de forma que pasa por él de puntillas. Es para agradecérselo.

Yo también salgo en el libro de los recuerdos de Puri. Puri me recuerda con una cierta envidia por mi “guapura” y curiosamente la envidia era mutua, con la diferencia de que la que ella pudiera sentir hacia mí era absolutamente superficial y efímera, porque de los 15 a los 65 años que tengo yo ahora, una va cambiando para peor, hasta resultar prácticamente irreconocible. En cambio, la mía hacia ella además de sustancial ha aumentado con el tiempo. Mi Madre solía decirme en esos años: tú tienes que ser como Purita y Jacinta Mari, chicas serias y formales. He tardado muchos años en entender qué quería decir serias y formales, pero en cualquier caso ya no estoy a tiempo ni de lo uno ni de lo otro.

Desde el 2008 en que murió mi Padre y, hasta la Pandemia, fui todos los agostos con mi Madre a Ibahernando y entre mis primeras visitas estabanla Casa de Puri y la de Jacinta Mari en la Fontanilla. A Puri no la veo mucho, ella viene ocasionalmente, pero Jacinta se ha hecho una casa en la Fontanilla, enfrente de donde siempre vivió su familia y donde todavía vive mi tío Miguel, su Padre. Procuro no volver nunca sin haberlas visto. Un pedazo de adolescencia y parte de juventud la hicimos juntas.

Finalmente, no sé si alguien verá esto, si es así, créanme: pasen y lean,van a disfrutar como yo lo he hecho con Cuadernos de vida.

Maria Blanca Cercas Mena

Gerona, abril de 2023 

domingo, 29 de enero de 2017

Sartenes e imaginación.










Cualquier objeto puede ser adecuado para crear. Como estas sartenes. Además, se les otorga un nuevo papel, ya que el suyo ha quedado relegado al olvido. Una manera de rescatarlas. Las sartenes se las debo a mi compañera Eva, sabedora de mis aficiones. La idea, a mi imaginación. Pensé, cuando me las confió, que algo saldría. Dejé que pasara un tiempo hasta que surgió: las pintaría de blanco y sobre ellas, un trampantojo. Me puse a la tarea y este es el resultado: bodegones conformados con elementos diferentes que parecen prestos para que los cojan. Esta era la sensación que quería expresar. No sé si lo habré conseguido. ¿Que pensáis vosotros?
Eva te debo algunas más.

jueves, 5 de enero de 2017

La importancia de los detalles.













Hace muchos años, en uno de mis primeros viajes a Galicia, de la mano de mi tío Higinio, tuve la oportunidad de disfrutar de aquella tierra mágica. También, y , en este caso, de la mano de su hija Cheli, de un ambiente especial, o, al menos eso me pareció. Después de estar en una discoteca de moda en Santiago, uno de los amigos de mi prima nos invitó a su casa. Al entrar en ella, me pareció que respiraba una atmósfera especial, con la que enseguida conecté. Los muebles, los cuadros, las tazas e, incluso las cucharillas tenían un marchamo diferente. Me sentí muy bien, como si algo en mi interior hubiera conectado con la sensibilidad que se respiraba en la casa. Fue el inicio de una pasión en mi vida, la de crear espacios agradables y únicos, que trascriban el espíritu de las personas que los habitan, porque, al margen de lo que puedan tener de frívolos, son un reflejo en el que mirar y descubrir. Y los detalles ayudan. 
Hoy os enseño algunos, creados dando la vuelta a los objetos cotidianos. Una chispa y ¡zas¡ surge la idea.
Como el de las tazas, utilizadas, no para la función para la que fueron creadas, sino como soporte de un centro, del que puedes extraer frutos secos, bombones o gominolas. O como la sopera, que pocas veces se utiliza y que, merced a ese revoltillo de ideas, se ha convertido en un centro, que aloja flores secas, pequeñas bolas o florecillas. O, como el expositor para huevos pasados por agua, que he rellenado de pétalos.  Además, en lugar de exponer tazas iguales en esta merienda, he utilizado diferentes modelos.¿Os gusta?
    
                  FELICES REYES MAGOS...

martes, 20 de diciembre de 2016

Madroños en mi árbol de navidad.








Hola a todos de nuevo. Quiero desearos todo lo mejor en estas fiestas que se aproximan. Unos días propicios para los recuerdos. Ahondar en ellos y revivirlos es lo que me gusta hacer. Algunos son tristes, pero me quedo con los buenos. Como los momentos que pasaba en la camilla de mi abuela, al olor del brasero de picón, mientras la veía hacer punto y me enseñaba a elaborar madroños. Me encantaba ver cómo iba dando vueltas y más vueltas, con una gran hebra de lana, al orificio del cartón circular que construía para la ocasión. Y sobre todo, cuando cortaba toda esa lana y, como por arte de magia, aparecía el madroño. Me encantaba acariciarlo y pasarlo por la nariz y la cara. Su cosquilleo hacía sentirme féliz. Por eso  he decidido reinterpretar el árbol de todos los años con muchos madroños, a los que he añadido espejos y círculos de nácar a modo de bolas. Espero que os haya gustado. Muchos besos y hasta el año que viene.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Pájaros de seda amarilla.








Son una colección de pájaros pintados en los respaldos de un sillón y cuatro sillas.Las encontramos muy deterioradas en un anticuario de Trujillo. De la restauración y el tapizado se encargó mi hermano Pablo; de elegir las telas y realizar las pinturas, yo. El resultado es el que os muestro: un conjunto armónico, no apto para el día a día, pero apetecible para disfrutarlo en cualquier sitio adecuado para ello. Recuerdo que miré muchos libros con ilustraciones de pájaros, ya no me acuerdo del criterio que seguí, quizás me fijé en que fueran azules, por aquello de la armonía en los colores. Espero que disfrutéis con las fotos.  Muchos besos y hasta una próxima entrada.

domingo, 28 de agosto de 2016

Trampantojos en un postigo antiguo.










Después de este inciso veraniego, aquí estoy de nuevo, dispuesta a ofreceros algunos de mis trabajos. El que os muestro lo he realizado durante este tiempo de descanso. Se trata de un cuadro muy especial, realizado con la técnica del "trampantojo". El soporte no es el lienzo tradicional, sino un postigo antiguo, con cuatro cuarterones. Cuando lo compré no sabía muy bien qué hacer con él, hasta que, cabilando, di con esta idea: los cuarterones, a modo de cuadritos pequeños, me proporcionarían el soporte, el resto sería el marco. Así que me puse a la tarea. Barajé diferentes opciones: pensé en hacer pequeños collages, pegando elementos diversos para crear texturas, pero la idea de estar al aire no me convenció. Por fin, me decanté por estos trampantojos, que simulan flores colgadas para su secado, sobre papeles antiguos, sacados de un misal. En conjunto, simulan los preparativos para hacer un herbario, sobre todo por estar colgados de unas cuerdas y sujetados por pinzas viejas. O eso es lo que me parece: me imagino a las monjas del convento- porque de uno de Plasencia viene este postigo- afanadas en sus oficios y este, el de confeccionar un herbario, podría ser uno de ellos. Por lo demás, deciros que las flores las he cogido de mi jardín, son modelos reales, así como la cuerda y las pinzas. Además, como podéis ver en la sucesión de fotos, al postigo le apliqué una pintura blanca, que después envejecí.
¿Qué os parece?

domingo, 31 de julio de 2016

Periquitos y una idea nueva.

Esta fue la idea: unos periquitos de mi jardín. Los deposité en una tela neutra, les añadí unos madroños y una cuerda y los capté en varias fotos, mirando el punto de luz, para captar su proyección en la tela.
Como podéis apreciar, los pinté en esa misma tela, modificando en parte el modelo. Estaba contenta con el resultado y barajé posibilidades: no quería otro cuadro, así que, después de pensar, me decanté por crear un bolso con este motivo, simulando sensación de realidad. Con las oportunas sombras pintadas, ofrecen una trampa al ojo-de ahí que se llame trampantojo- creando ese efecto tan real. Me gusta pintar trampantojos porque se crean sensaciones estupendas, al tiempo que juegas con todo aquel que lo mire y se sorprenda. Un guiño especial y una forma peculiar de querer algo diferente.
Una vez dadas las sombras, y elegida la tela de color beige, similar al saco, pero más suave, decidí pegar el motivo de forma rudimentaria, aplicando unas puntadas fuertes alrededor.
Para que fuera más sólido, hice una base rectangular, añadí miráhuano en el interior y un forro estampado. Lo fui armando y, antes de cerrar las costuras, introduje entre ambas telas, las asas, realizadas con las mismas telas. Y ahí tenéis el resultado. Espero que os guste y os sirva de inspiración.
Como "guinda del pastel, tricoté una hoja y añadí los mismos madroños del cuadro.

¡¡ FELIZ AGOSTO Y MUCHOS BESOS.