domingo, 20 de septiembre de 2015

Mi encina. Ahí tenéis el resultado.





Por fin, la encina, parte de ella, convertida en Arbol-escultura o en árbol-perchero. Como queráis. El trabajo ha sido árduo y de mucha paciencia. Os cuento. Primero, para ir despojándola de la corteza, hube de hacerlo por tiempos, utilizando una segureta, la única herramienta con la que me encontré agusto. Las demás no me proporcionaron seguridad para abordar la tarea. Para ello invertí muchas horas. Había que hacerlo con cuidado, dando golpes seguros. Por lo demás el resultado me satisfizo mucho, porque ha quedado con un acabado rústico muy apropiado para lo que quería. Después utilicé lijas de diferentes granos, y, a mano, comencé a suavizar su superficie, que había quedado muy áspera. Una vez unificada la superficie, la pinté con un color blanco roto. Esperé un día para que se absorbiera bien y, a continuación, le pasé una cera de color nogal. Volví a lijarlo, hasta que quedó totalmente integrada con la pintura, quedando un tono muy especial. No sé si lo apreciaréis bien en las fotos.
El resultado me gustó mucho, tanto que ya tiene un lugar asignado en mi casa nueva. Y, como no podía ser de otra forma, busqué una casita de pájaros y confeccioné dos pájaros de tela. Esta corona el árbol. Como veréis las opciones son infinitas. Se pueden colgar cosas cotidianas o las que vuestra imaginación os permita.
Desde ahora en adelante, tendré en mi casa, ya para siempre, algo de nuestro paisaje, de nuestras dehesas. Algo auténtico. Único.

                        Besos y que lo disfrutéis.

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