viernes, 16 de agosto de 2013

Siempre con el mundo clásico.

Hace unas semanas acudí a la representación de "Julio César", en el teatro romano de Mérida. Se trataba de una adaptación de la célebre obra de W. Shakespeare. Me gustó. Pero mucho más el marco, de una belleza que  pone el vello de punta. Allí, al compás de los diálogos, la noche y las estrellas, se me ocurrió pensar en lo mucho que debemos a nuestra civilización, ésta que nos ha permitido pensar como pensamos y expresarnos así, como lo estoy haciendo ahora. Una civilización milenaria que nos ha proporcionado la posibilidad de interpretarnos a nosotros mismos, o dicho con otras palabras, la posibilidad de crear. Y como de eso se trata, me he permitido , en esta ocasión, recrear-que no crear- las pinturas de unas cráteras griegas. Son las que aparecen en las fotos. Hube de aumentar el tamaño, porque, obviamente, el dibujo era muy pequeño. Además, modifiqué el fondo. El de las vasijas era negro, de acuerdo con las características de estas cerámicas, y yo lo cambié por otro, en donde predominan los tonos rojizos y sepias, típicos de los frescos romanos. En ambos cuadros aparecen dos figuras, un hombre y una mujer, en un banquete. Sentados y disfrutando de su ocio. Es decir, viviendo, como solo ellos sabían hacerlo. He respetado el tratamiento que aquel pintor anónimo dio a estas figuras, con un concepto del color totalmente plano. Sólo me he concedido una leve licencia en la ejecución de los pliegues de los trajes, en donde se observa algo más de profundidad. Por lo demás, constituyen un pequeño homenaje a nuestra cultura occidental,  esa de la que venimos y que, muchas veces, olvidamos. ¡¡Va por ella¡¡
Los cuadros, por cierto, son el cabecero de una de las habitaciones de mi casa. Será por aquello de que cabeza viene de "Capitia-m-" y porque con ella pensamos...

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