martes, 21 de octubre de 2014

¡Teresa la marquesa...¡



¡Teresa, la marquesa, tipití, tipitesa, tenía una corona, tipití, tipitona, con cuatro monaguillos, tipití, tipitillos, el cura y el sacristán, tipití, tipitán...¡ Esta era la canción con la que, muy a menudo, sorprendíamos a mi hermana Tere. Una melodía que me lleva a esas tardes inmensas de nuestra infancia, en las que el tiempo se vivía al ritmo de la comba, que vibraba como un silbido largo, o de los zapatazos estampados en la rayuela de La Fontanilla. Una melodía, además, asociada a olores auténticos, como las pastillas de chocolate con las que nuestra madre nos obsequiaba para festejar los cumpleaños o "los santos". Eran celebraciones sencillas, pero eran. Hoy, por suerte, lo siguen siendo. Y mi hermana Tere es la encargada. La maestra. Sabe, como nadie, desperezar emociones. Una vez más lo ha conseguido. Lo digo por la merienda del otro día. El día de santa Teresa. Como siempre, nos ofreció lo mejor. Y no sólo por las viandas y los complementos. Hubo, por lo menos en mi caso, una ocasión para recordar instantes de mi pasado. Una asociación mágica. El chocolate de tio Nicasio, el aire de La Fontanilla con olores a otoño, la leche calentita de mi madre, los brazos de gitano que Doña María, la maestra y mentora de mi hermana, hacía en la tahona del pueblo, los gritos de mis hermanos, los ladridos del perro cazador de mi padre...en fin,  sensaciones que, gracias a su buen hacer, han vuelto a despertar entre las dobleces de mi memoria. Gracias Tere, una vez más.
Y por eso de que una imagen vale más que mil palabras, las fotos.
 Espero haber estado a la altura de su contenido. 
¿Qué más decir?
Ahora es vuestro turno.



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