martes, 11 de marzo de 2014

Una escapada en la siesta.

Este es el relato, en primera persona, de una de nuestras salidas a la charca del Campillo, una finca de los abuelos de mi prima, bastante alejada del pueblo. Para reconstruirla, he tenido que desempolvar ciertos recuerdos y reinterpretarlos. El fragmento pertenece a uno de los capítulos en los que revivo las experiencias de aquella étapa, en la que aún vivíamos en Ibahernando. En aquellos veranos interminables, cuando las ilusiones podían con todo, incluso con el calor extremo de nuestra región.

"Fue, además, un verano de siestas interminables. Algunas vividas entre limos espesos, aguas verduscas e, incluso, ranas. A falta de piscina, venían al pelo las charcas. Necesitábamos, para afianzarnos socialmente, mostrar las señales que el sol dejaba en nuestra piel. Era la moda. Aún a costa de cogernos una insolación, nos escapábamos para cumplir con el ritual. Rescato de la memoria uno de esos episodios.
Estoy esperando en la plaza del cine a mi prima Inmaculada. Hemos quedado para ir a la charca del Campillo, una finca de sus abuelos, cercana a la ermita de la virgen de La Jara, nuestra patrona. Un sol ardiente, como el que ideó Manuel Machado para recrear el poema del destierro del Cid Campeador, inunda la plaza. Todo está en calma chicha. El ultramario de tio Flores y el bar que regenta tio Domingo "sandalio", cerrados a cal y canto, como las casas del poema. La única niña soy yo, aunque un poco crecida. Pero no soy rubia, ni tengo rizos de oro. Sólo una expresión de cansancio y de fastidio por la espera. Por fin, mi prima abre la puerta. Un soplo de aire frío se cuela por ella, pero enseguida desaparece, absorbido por el calor. Está tan delgada que sus piernas parecen alambres. Además, lleva gafas especiales para curar un ojo "vago". Para que éste trabaje, lleva el bueno tapado. Le da aspecto de pirata. Pero de pirata buena. Después de intercambiar los saludos, en un tono apagado, iniciamos la marcha con muchos bríos. Pero, una vez pasado el silo del pueblo, muy cerca de la entrada principal del pueblo, van desapareciendo, conforme aprieta el calor. Acuciadas por la temperatura, buscamos las sombras de los chaparros. Hacemos paraditas, sin ánimos para seguir. Nos acompaña el sonido intermitente de las chicharras. Y la naturaleza, vibrando en el calor. Con las últimas fuerzas, llegamos exhaustas al portón de la finca familiar. Hemos de atravesar aún campo abierto. Y vacas. Muchas vacas. Cierro los ojos y veo las marcas que el sol dejará en mi piel. Por eso merece la pena el suplicio. Así que, sin tiempo que perder, una vez al borde, nos quitamos la ropa y nos introducimos en el agua verdusca, llena de limos y de alguna que otra rana. Damos algunas brazadas aquí y allá y salimos enseguida para llevar a cabo lo que nos interesa. No sin asco, nos embadurnamos con una mezcla de aceite y limón. Según nuestras amigas, obra en la piel un moreno de playa. Tiradas encima de las toallas, con el sol de frente, soportamos sobre nuestro cuerpo, el mejunje aceitoso. Noto un calor agobiante en la cara, en el cuello y en los hombros. Pero resisto. Volvemos a remojarnos sin saber que el sol opera en nuestros cuerpos con un efecto de lupa. Aunque
 las escoceduras de rigor nos acosan, nos hacemos las fuertes. Serán la prueba de nuestro triunfo social. Al volver sobre nuestros pasos, estampados en la tierra ardiente, con el sol, aún en el horizonte, compruebo que el picor por la cara y el cuerpo va en aumento. Pienso de nuevo en el moreno de playa. Pero como sólo lo he visto a través de la tele, y ésta es en blanco y negro, no logro hacerme a la idea. Al llegar a casa y comprobarlo en mi piel, tengo dos horribles certezas.Que mi moreno no es de playa, sino de secano. Y que estoy quemada viva, como comienza a estar la sensación de triunfo que, de momento, mi prima y yo no vamos a experimentar en lo que queda de verano...".

                                   "Cuadernos de vida" Capítulo 4º.

Para contrarrestar tanto exceso de sol, he elegido este cuadro. Unas salpicaduras de agua, en medio de este relato tan árido no vienen nada más. Que lo disfrutéis. El relato. Y el cuadro. Aunque este último ya forma parte del blog por partida doble.

8 comentarios:

  1. Me gusta el tono que has dado al relato. Pero, ¿cuándo lo podremos ver publicado?

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  2. Pues cuando tenga patrocinadores. De todas formas, este de "Cuadernos de vida" aún no lo he acabado. saludos.

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  3. El desván de mis recuerdos.11 de marzo de 2014, 8:29

    Que buenos recuerdos me trae, En mi pueblo también hacíamos lo mismo, aunque teníamos un río, en lugar de charcas.

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  4. Las vivencias, a pesar de los sitios, son universales. Gracias por el comentario.

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  5. Yo también me quemé muchas veces, pero con Nivea. ¡Que tiempos¡

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    1. Y nosotras también. La verdad es que no volvimos a usar ese mejunje. Fue una barbaridad. Besos.

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  6. Que bonito el relato. Tienes gracia, como tú nos decías en clase de algunos escritores, para "novelar los recuerdos". Te doy un "me gusta". He mirado el blog y me ha encantado, así que ya tienes una nueva seguidora. De tu ex-alumna Alba. Besos. Cuando publiques el libro, quiero uno.

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  7. Anda, qué bien. Muchas gracias por tu comentario y por tus recuerdos de aquellas clses de LU. Y, por supuesto, encantada de que me sigas. Lo del libro, ya se verá, pero gracias y mil besos.

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